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La Parroquia de San Franciasco
La historia de la construcción de este templo es notable. La colocación de la primera piedra se realizó en una ceremonia el 4 de octubre de 1905. No fue sino hasta 1964 que se completó la instalación del piso, y en 1976 comenzaron las obras que finalmente le otorgaron su apariencia presente. El interior del templo es impresionante, con una planta basilical de gran altura y una nave central coronada por un artesonado de yeso exquisitamente detallado. Los muros laterales exhiben relieves que narran la vida de Cristo. Además, el presbiterio se adorna con un ciprés elegante, culminado con un capulín, bajo el cual se encuentra una escultura del santo patrón, San Francisco de Asís.
Iglesia de los Jarritos o Santuario de Guadalupe
La construcción del templo comenzó con una ceremonia solemne el 12 de diciembre de 1889, cuando se bendijo el terreno y se colocó la primera piedra bajo la supervisión del párroco Don José María Gutiérrez. El diseño del templo es de estilo gótico flamígero y se inspira en la basílica de Lourdes en Francia. Curiosamente, la torre fue adornada con vasijas de barro, lo que llevó a que popularmente se le conociera como la “Iglesia de los jarritos”, aunque su nombre oficial es otro. El obispo Don Francisco Melitón Vargas consagró el templo el 19 de enero de 1895.
El Palacio Municipal
La edificación que hoy se erige majestuosamente comenzó a construirse en 1939. Un año después, el 10 de julio de 1940, se instaló en lo alto del palacio la estatua de Cuauhtémoc, una creación del talentoso escultor local Isauro Bazán. Para 1945, el cabildo dio luz verde al entonces Presidente Municipal, Agustín G. Márquez, para utilizar fondos municipales con el fin de completar la obra. Este edificio destaca por ser una réplica de la Basílica de San Juan de Letrán en Roma, un detalle que le confiere un carácter único.
El Reloj Municipal
El emblemático reloj municipal de Cuetzalan se erige en el parque Celestino Gasca, donde la torre de la iglesia original, construida en 1790, sirve de pedestal a esta pieza histórica. En su cúspide, el reloj Centenario marca el paso del tiempo, anunciando cada nueva hora con sus resonantes campanadas. Este reloj no es solo un mecanismo que mide el tiempo, sino un testigo mudo de la historia y la evolución de la comunidad, un punto de encuentro para los habitantes y un atractivo turístico que atrae a visitantes de todas partes, deseosos de contemplar su majestuosidad y precisión.